Diez de la mañana del lunes 27. El propietario de la motocicleta roja, marca Honda, modelo CB 125, confiado, había dejado estacionado su vehículo, no en la pista sino en la vereda de la tercera cuadra del jirón Guillermo Sisley, sin imaginar lo que ocurriría minutos después.
A las 10:14 de la mañana, una cámara de videovigilancia registra la aparición de un hombre joven, caminando distraídamente, con paso seguro, por la vereda donde se encuentra la moto.
Al pasar por el costado de la moto, como quien no quiere la cosa, el sujeto gira su cabeza hacia la izquierda para mirar el interior del inmueble que tenía abierta la puerta de reja.
Satisfecho con lo que vio, el sujeto, de contextura más bien delgada, que llevaba una chompa con capucha, prosiguió su camino con paso parsimonioso, tranquilo, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo.
De allí en adelante, por cerca de un minuto, la cámara no registra movimiento alguno, con excepción de los vehículos que circulaban por el jirón Guillermo Sisley. Por la vereda no pasa un alma, solo se ve al sujeto que se detuvo unos metros más adelante, y hace como si esperara un vehículo, hasta que, en efecto, al lugar donde se encontraba llega un motocarro, estacionándose a su lado.
La cámara no lo registra, pero todo hace pensar que el motocarrista es su cómplice que llegó al lugar para servirle de campana y, si la situación pudiera complicarse, servir como vehículo de fuga.
En todo caso, unos segundos después de su llegada (10:15:09), el sujeto vuelve a la escena, pero esta vez en sentido inverso: su objeto era la motocicleta estacionada.
Para no llamar la atención, el sujeto baja la capucha y camina hacia la motocicleta. Dirige su mano derecha al bolsillo posterior derecho del pantalón para extraer lo que parece ser un guante(10:15:17), continúa caminando acelerando el ritmo, mirando nuevamente al interior de la inmueble.
Detiene su marcha delante de la moto (10:15:22), vuelve a hacer un check in, esta vez a la derecha y, con una herramienta que sacó de su bolsillo arremete contra el motocarro. Trata de introducir la herramienta: un golpe, forcejeo, otro golpe, más forcejeo, hasta que la tarea está cumplida: la chapa violentada, el cuello destrabado (10:15:36). El tipo no parece ser un principiante. Cumplido su cometido, se aleja, con la impaciencia contenida, mirando hacia su cómplice del motocarro, hasta que recibe la señal (10:15:46) y raudo sube a la moto, la arranca, y se marcha (10:15:49)… y tras él su compinche (10:15:52).
Así de fácil se roba una motocicleta en Pucallpa.