Natali Izaguirre, una psicóloga venezolana, llegó a Perú en noviembre de 2018 buscando un nuevo comienzo. Aunque esperaba ejercer su profesión de inmediato, su realidad como migrante fue muy distinta. Tuvo que desempeñar varios oficios, desde vender cursos hasta trabajar en una agencia de publicidad, mientras se adaptaba a un nuevo país.
Esta fase de su vida fue desafiante, especialmente porque apenas un año después de su llegada, recibió la devastadora noticia del fallecimiento de su hermana en Venezuela. Poco después, su padre también estaba a punto de fallecer, lo que la obligó a regresar a su país natal.
A pesar de regresar lo antes posible, Natali no pudo despedirse de su padre, lo que fue un golpe emocional significativo.
Su regreso a Perú y la pandemia
Tras este difícil período, volvió a Perú en 2020, justo cuando la pandemia de COVID-19 comenzaba a impactar al mundo. En Lima, se enfrentó a nuevos desafíos, incluso llegando a manejar camiones para subsistir. La acumulación de estrés y tristeza le provocó alopecia areata, una señal física del impacto emocional que estaba viviendo.
Consciente de la necesidad de un cambio, Natali se mudó a Chiclayo para reunirse con su esposo e hijas, quienes habían llegado a Perú antes que ella. Decidió retomar su carrera como psicóloga, comenzando con consultas virtuales enfocadas en la diáspora venezolana. Aunque el proceso de validación de su título en Perú fue largo, lo logró en 2022 y se colegió como psicóloga, lo que le permitió expandir su práctica a pacientes de diversas nacionalidades, incluidos peruanos.

Su trabajo como voluntaria
Natali no solo ha reconstruido su carrera, sino que también se dedica al voluntariado. Es parte de la ONG local Nic Maish, que brinda apoyo a migrantes. En su labor, ha observado numerosos problemas de salud mental, especialmente ansiedad y depresión, agravados por la xenofobia que muchos migrantes enfrentan, en particular mujeres y jóvenes.

La historia de Natali Izaguirre es un poderoso ejemplo de resiliencia y determinación. A pesar de los múltiples obstáculos, ha logrado establecerse profesionalmente y contribuir significativamente a la comunidad, tanto a través de su práctica psicológica como de su trabajo voluntario. Su lema, «Me adapto o me adapto», refleja su espíritu de lucha y adaptación, características que han sido clave para superar las adversidades que ha enfrentado en su vida como migrante en Perú.




