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Investigan causa de muerte por enfermedad de cuatro personas de una misma familia en Oventeni

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Liderados por el biólogo Jhonny Flores Ramírez, un equipo del Hospital Intercultural de Atalaya, viajó 18 horas por una carretera en mal estado, para llegar a Los Cedros, un caserío mestizo-ashaninka de Oventeni, desde donde se había informado sobre la muerte de diez personas por una extraña enfermedad. El equipo encontró que no fueron diez, sino cuatro las personas de una misma familia que murieron en esa lejana localidad. Y lo que encontraron no era una epidemia, sino algo más lacerante. La población vive en condiciones infrahumanas y eso que sus pobladores hablan con orgullo de ser productores del mejor café de Atalaya. Esta dramática situación exige respuestas de las autoridades.

UN EQUIPO DE ESPECIALISTAS DEL HOSPITAL INTERCULTURAL VIAJÓ 18 HORAS A LOS CEDROS

Investigan causa de muerte por enfermedad de cuatro personas de una misma familia en Oventeni

Entre el 25 de julio al 2 de agosto, cuatro integrantes de una misma familia, fallecieron en Los Cedros, una población mestiza-asháninka de Oventeni en la provincia de Atalaya, aunque las noticias hablaban de diez muertos.

Al conocerse la información y ante la alerta de una epidemia, un equipo del personal de salud del Hospital Intercultural de Atalaya, se arriesgó a enfrentar los peligros de alguna desconocida enfermedad y a las incomodidades de un viaje de 18 horas, por una vía en muy mal estado, para conocer lo que sucedía en una zona conocida como productora de café. De ser una epidemia, debían adoptar las medidas preventivas para evitar que se extienda.

Lo que encontró, el equipo dirigido por el biólogo Jhonny Flores Ramírez, epidemiólogo del Hospital Intercultural de Atalaya, fue más desgarrador que una epidemia, como lo muestran las imágenes capturadas por Sinti TV, un programa informativo de Satipo.

Lo primero que encontraron fue una niña, de unos tres a cuatro años de edad, tirada en el suelo de tierra, aparentemente dormida, cubierta apenas por una ligera sábana. No reaccionó cuando la auscultaron. La debilidad la estaba matando. Tuvo que ser atendida de emergencia.

Al instalarse el personal médico en el Puesto de Salud, no tardó en formarse una larga cola de personas, en su mayoría asháninkas, que presentaban dolores de cabeza, de todo el cuerpo, problemas respiratorios y digestivos. El especialista Flores Ramírez, informó que, en el primer momento atendieron a 50 personas, la mayoría con problemas respiratorios.

Cuando se desplazaron entre el bosque, hasta el lugar donde habían muerto cuatro personas de una misma familia, con el objetivo de tomar muestras de sangre y otros elementos, para analizar una posible epidemia, encontraron las viviendas quemadas y deshabitadas.

Héctor Vicente Chupayco, teniente gobernador de Los Cedros, explicó que una de las costumbres de los asháninkas es quemar la vivienda donde falleció alguien para trasladarse a otro lugar. “Ha fallecido mi hijo, yo quemar casa, ir a otro sitio”, le habría dicho uno de los familiares.

Lo cierto es que ya no estaban. El biólogo, entonces, dedicó el resto del tiempo a buscar el origen de las enfermedades que padecían los asháninkas y otros pobladores. Necesitaba encontrar la pista de alguna epidemia.

Mostrándole una botella de plástico, de esas gaseosas de tres litros, la profesora Eliana Lavarello, directora de la IE Los Cedros, le informó que usaban estos envases para recoger y guardar agua de lluvia o traerla de algún riachuelo cercano. La botella había perdido su transparencia por los residuos de barro pegados a sus paredes interiores. También le mostró que, las familias, ni siquiera tenían utensilios para preparar sus alimentos. Una vieja y renegrida olla les servía para preparar todo. El biólogo pudo constatar que sus alimentos frecuentes eran arroz y fideos, plátanos y yuca, un exceso de carbohidratos.

El biólogo pidió saber de dónde cogían agua los pobladores. Lo llevaron a un reservorio hecho de concreto, al aire libre, sin tapa, de aguas oscuras, con insectos, en cuyo lecho se acumulaban y pudrían las hojas que caen de los árboles. La comunidad no tiene un sistema de agua potable.

Tampoco tiene un sistema de eliminación de residuos y excretas. El 90% de los habitantes defecan al aire libre, ya que sólo existe un pozo séptico en toda la comunidad. Además, la falta de agua, impide que las personas puedan lavarse las manos adecuadamente, lo que aumenta el riesgo de infecciones.

Tras un primer día de atenciones, el biólogo Flores Ramírez, resumió la situación de la salud de los pobladores de Los Cedros. Dijo: “Tenemos varios pacientes con infecciones respiratorias, tenemos pacientes con alto nivel de parasitosis, principalmente amoeba, algunos con collies… tres pacientes con reactivo de sífilis, no hemos tenido pacientes con VIH aún. En su gran mayoría son pacientes con rinofaringitis, algunos con gripe simple, otros con dolor a la garganta, entre otros”.

Por ahora no han podido encontrar con exactitud qué fue lo que mató a cuatro personas. El biólogo ha encontrado que las condiciones de vida y, por lo tanto, de salud, son deplorables. No sólo en Los Cedros, sino también en poblaciones cercanas. No se descarta que se produzcan más muertes. No se descarta alguna epidemia. No se puede dejar de estar alertas.

Otro problema, tan serio como el de la salud, es el de la carretera. Su mal estado dificulta el transporte. Los vehículos que se aventuran, tienen que poner cadenas a sus llantas para superar los lodazales que, cada vez son más frecuentes.

El doctor Flores Ramírez destacó que, debido a estas condiciones, la comunidad de Los Cedros es particularmente vulnerable a infecciones gastrointestinales y respiratorias, las cuales pueden tener consecuencias mortales. La falta de atención oportuna, por el mal estado de la vía y la ausencia de condiciones sanitarias en la localidad, son factores que podrían disparar situaciones de riesgo.

El doctor Flores ha pedido que se extienda la intervención sanitaria a toda la jurisdicción de Oventeni. El médico indica que los Cedros alberga a unas 325 personas distribuidas en 50 viviendas, la mayoría en zonas rurales de difícil acceso, lo que complica aún más la atención médica y las acciones preventivas.

Se recordó que hace tres meses, Francisco de Asís Mendoza, alcalde provincial de Atalaya, visitó Los Cedros. Posó con escolares que sostenían carteles pidiendo sillas y mesas. Hoy necesitan más que eso.

En una nota de prensa publicada en la página oficial del Gobierno se lee “Lanzamiento de un proyecto comunal para apoyar con materiales para el agua y otras necesidades”. Se espera que ese proyecto se haga realidad.

La profesora Eliana Lavarello hizo notar otro problema: el 90% de los pobladores ashaninka no tienen DNI, por lo tanto, son invisibles e inexistentes para el Estado. Nunca los han censado.

El biólogo Jhony Flores Ramírez, resumió en pocas palabras el problema: «Condiciones infrahumanas, viviendas precarias, sin agua potable, sin luz» y refirió que seguirán haciendo su trabajo de campo para identificar una posible epidemia. No quiere que lo tomen desprevenidos. Es de esperar que las autoridades reaccionen.

Ya nadie debe morir en Los Cedros.

TATIANA ZACARIAS

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